miércoles, 17 de junio de 2009

Durmiendo con el enemigo

Por Estanislao Arpone y Alejandro Cafiero

Estados Unidos siempre defendió la libre empresa por sobre la intervención del Estado. Ésta siempre fue entendida como parte fundamental y fundante del sistema democrático moderno, y un pilar ideológico frente a otros sistemas económicos como el socialismo. (Here comes socialism, por Mike Madden, 15/06/2009)

En el contexto de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, la sola mención del término “socialista” o “comunista” encendió siempre luces de alerta en el país del norte. Y es que para sus defensores, el sistema capitalista es el sistema de la libertad, la propia ini-ciativa y las responsabilidades individuales. El libre juego de las fuerzas del mercado, teorizan, es el encargado de hacer crecer las economías de los países y, si acaso hubiera algún tipo de inconveniente, el sistema se corregiría a sí mismo.





A partir de la crisis económica internacional, cuya real envergadura se vivió a finales de 2008 y que habría tenido sus causas en el sistema de hipotecas y de préstamos de los bancos, el gobierno estadounidense se vio enfrentado a un dilema: ¿debía dejar que las empresas privadas (bancos, inmobiliarias, etc) que se manejaron imprudentemente va-yan a la quiebra (y que las reemplacen nuevas) o tomar medidas más “pragmáticas”? Decidirse por la primera opción sería ser coherente con la postura de la defensa de la libre empresa. En cambio, tomar medidas pragmáticas equivaldría a desvirtuar esas creencias a partir de intervenciones estatales y nacionalizaciones.






El problema de dejar que las empresas vayan a la quiebra –la primera opción– es que no puede calcularse en qué medida puede afectarse la totalidad del sistema económico mundial. Si la “crisis de las hipotecas” repercutió instantáneamente en el resto del mundo (ver los casos del banco inglés Northern Rock, el “corralito” en Islandia -que arrastró al primer ministro y llevó a un adelantamiento de las elecciones- y las medidas preventivas de los bancos chinos), un derrumbe de las empresas privadas podría tener un efecto devastador en la ajustada e interrelacionada económica mundial.

Ante este panorama de incertidumbre, el gobierno estadounidense se decidió por la segunda opción: tomar cartas en el asunto. Primero, en la última etapa del gobierno de George W. Bush, se lanzó un plan de rescate (bailout) para comprar los bienes problemáticos de los bancos e inyectar liquidez al sistema bancario. La “Emergency Economic Stabilization Act” estipuló un gasto de 700.000 millones de dólares a través de la Secretaría del Tesoro. El programa fue duramente criticado por quienes pensaban que se estaba “salvando” a los bancos con dinero proveniente de los contribuyentes, cuando la responsabilidad era enteramente de las entidades financieras. (Henry Paulson's Shell Game, por Joseph Stiglitz, 15/06/2009) Este sentido fue condensado en la reveladora frase “capitalizar las ganancias y socializar las pérdidas).


En los últimos meses del gobierno de George W. Bush y en los primeros de Barack Obama el Estado ha intervenido en la economía “de mercado libre” de una manera sin precedente tal vez desde la Segunda Guerra Mundial. Como resultado, ahora el gobierno es socio mayoritario en varias empresas, y resguardo principal de otras más, entre ellas las más grandes del país. El gobierno estadunidense ahora tendrá 60 por ciento de los valores de General Motors, ya es dueño de 80 por ciento de la aseguradora más grande del mundo, AIG, y tiene el control principal de las empresas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. Además, también tiene enormes intereses en empresas como Citigroup, Chrysler, GMAC, entre otras. (La nacionalización de GM, la mayor intervención del Estado en tiempos de paz, por David Brooks, en La Jornada. 15/06/2009)


Mientras tanto, en el Viejo Continente...

También se recurrió a la estatización temporaria de entidades financieras.


Alemania, el líder económico de la Unión Europea, estatizó parcialmente el Commerzce Bank, rescató al Hypo Real Estate, y lanzó un plan de estímulo (al igual que el resto de las potencias europeas) de 500.000 millones de euros a través del Fondo de Estabilización del Mercado Financiero.


¿Echando mano a medidas socialistas?

“Cabe resaltar”, analiza Gui Hao, “que la solución común a la crisis económica tiene un regusto ideológico. La China comunista, por ejemplo, se ríe de medidas de rescate como la estatización. Éstas tienen un sello socialista. En la mira de la crítica están, por el contrario, ahora todos los países industrializados que se rindieron al capitalismo desbridado y que por mucho tiempo apuntaron con el dedo a China y proclamaron un no al Estado y un no al control”. (En ¿La salida a la crisis pasa por más Estado y más control?, por Mirra Banchón en Deutsche Welle. 16/06/2009)


En Italia, otra de las grandes economías del Viejo Continente, la crisis financiera llevó a que el Estado se desprendiera de la empresa de aviación semi estatal Alitalia. Como de costumbre, el segmento redituable de la empresa fue comprado por inversores privados (formando la nueva empresa Alitalia-Linee Aeree Italiane, que comenzó a operar en enero de este año) y la deuda de la vieja empresa estatal recayó sobre los contribuyentes italianos.


Esta sociedad "mala" está cargada de deudas que serán descargadas sobre los hombros de los sufridos contribuyentes italianos, porque los empresarios juntados por Berlusconi no están dispuestos a embarcar también las pérdidas en la aventura de salvar a Alitalia. (de El salvataje de Alitalia, a un paso de fracasar, por Julio Algañaraz, en Clarín. 17/06/2009)



Nadie sabe con exactitud si la crisis financiera internacional ya pasó, si estamos en el ojo del tornado o si lo peor todavía está por venir. La estatización como medida pragmática de los gobiernos, ante la incertidumbre y el caos económico, parece ser efectiva en el corto y mediano plazo. Algunos bancos que fueron rescatados en el 2008 en Estados Unidos estarían en condiciones de devolver el dinero que el gobierno les dio a cambio de una tutela temporaria de sus operaciones, signo que podría interpretarse como una "vuelta a la normalidad" del sistema, Pero sin un cambio en la legislación y regulación de los mercados, estaríamos convalidando aquel dicho que expresa que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Por lo pronto, estamos viendo el nacimiento de un nuevo sistema capitalista (cuyas características aún están en gestación), y que no es producto de una iluminada reflexión sobre sus mecanismos y defectos, sino por la irremediable y cruda realidad de los hechos.

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